sábado, 11 de agosto de 2012

A propósito del vestuario y el maquillaje


No es la primera vez que el vestuario y el maquillaje, para el mimo, genera opiniones de las más diversas.
Lo cierto es que no existe una forma única de vestirse o de maquillarse para este arte.

El Mimo es, entiéndase, un arte.
No es una caracterización ni tampoco un personaje de feria.

El Mimo es arte hecho a través de un lenguaje.
Este lenguaje es mayoritariamente corporal y comprende el conocimiento no solo de movimientos, acciones y gestos sino que está minuciosamente ligado al estudio de una gramática, técnica y poética corporal que le brinda al actor un conocimiento profundo de las posibilidades expresivas de su cuerpo sea a través de un órgano, un conjunto de órganos o de la totalidad de órganos que componen su cuerpo.

Hasta aquí, el mimo es pues un arte del cuerpo.
No es un arte del vestuario, ni un arte del maquillaje.
Mientras más expuesto el cuerpo, mayores las posibilidades de mostrar su grandeza expresiva.

Sin embargo, cada actor es libre de elegir el estilo con el que quiere utilizar este lenguaje.
Ya se preguntará alguno: ¿Es que hay diferentes estilos de realizar el Mimo?
Sí.
“¿Cuáles son esos estilos?” Querrá saber rápidamente el curioso lector.
Investigue usted, por favor. Hace falta más que curiosidad para introducirse en este arte.

Entonces, dependiendo de los objetivos para los que el actor quiere utilizar este lenguaje, se encuentra en la libertad de elegir un vestuario anatómico que resalte su idea y, de ser necesario, aplicar alguna máscara (maquillaje) si también le es útil para lo que se propone comunicar.

La cara blanca tiene su historia. Pero no es toda la historia.
Tal vez es una historia cómoda y válida tanto para el practicante complaciente como para el espectador que ignora las profundidades del mar.

Para algunos que llevan años en el lenguaje puede resultar patético, arcaico, poco creativo.
Para aquellos que se lanzan por primera vez a la aventura es sublime, épico, trascendente.
Y hay aquellos que jamás dejaron ni dejarán caer parte de la historia de este arte por sus rostros.

Durante algún tiempo fui de aquellos que desestimaban al compañero que asistía a la rutina de la pomada blanca. Renegado, queriendo elevar el lenguaje por encima del arquetipo. Queriendo compartir la idea del Mimo como algo superior a cuatro técnicas visualmente atractivas, más allá de Chaplin, de Marceau.

Sin embargo, en cada ciudad, en cada parque, plaza e incluso salas teatrales, reaparecen chicos y chicas enarbolando la bandera del Mimo con sus rostros blancos, vistiendo ropas a rayas como presos antiguos de un arte antiguo, sombreritos extravagantes y alguna mueca fácil que conecte rápidamente con el público, además de estar cargados de ganas de hacer reír.

¿Cómo hacer para que de una vez por todas, entiendan que el Mimo no es un uniforme?
Y a la vez que me planteo esta pregunta, como seguramente también lo hacen muchos otros mimos que ven a estos otros mimos, me asalta una segunda pregunta:

¿Será posible que mi trabajo (supuestamente serio, de buen nivel técnico, profesional según dicen unos cartones, privilegiado por la creatividad) logre influenciar en otros mimos tanto como hasta hoy lo sigue haciendo el trabajo de los grandes maestros?

¿Está mi trabajo a la altura de Buster Keaton, Chaplin, Decroux, Barrault, Le Breton, Marceau, Elizondo?

Mientras la respuesta sea obvia, acudo a teatros y camino por plazas y parques viendo caras blancas que mantienen viva la historia de este arte y de los grandes maestros.

Aunque, honestamente, sí me gustaría que por lo menos sepan la historia y que no solo la lleven pintada.

4 comentarios:

  1. Me gustó mucho este artículo y sin duda que lo compartiré con mis alumnos quienes están asomándose a esta disciplina y están fascinados con sus caras blancas. Para ellos es un proceso de investigación.

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    1. Un gusto, Mercedes, esta ventana está siempre abierta en otro intento por acercar este arte a más personas. Que dejen también sus opiniones, así nos enteramos cómo se ve este arte desde la otra mitad.

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  2. Cesar muy interesante tu visión y tu lectura desde la óptica profesional. Puedo diferir sobre conceptos pero en lineas generales acuerdo en el escrito. Yo quisiera aportar una idea pero no en lo referencial sobre el concepto de marras entre cara blanca y vestuario...no, humildemente es un tema que termina pronto. Yo lo que deseo aportarte es algo que seguramente lo crees: En donde dices:

    "¿Será posible que mi trabajo (supuestamente serio, de buen nivel técnico, profesional según dicen unos cartones, privilegiado por la creatividad) logre influenciar en otros mimos tanto como hasta hoy lo sigue haciendo el trabajo de los grandes maestros?
    ¿Está mi trabajo a la altura de Buster Keaton, Chaplin, Decroux, Barrault, Le Breton, Marceau, Elizondo?."

    Me gustaría decirte que es imposible estar a la altura de estos Maestros, dado que ellos tuvieron sus propios sueños.
    Seguramente TU ARTE es grande. Seguramente TU estarás a la altura de TU ARTE. Tu estarás, por lo que se lee a la ALTURA DE TUS SUEÑOS.

    Sigamos pensando y repensando sobre nuestro maravilloso arte del silencio.
    Muchas gracias Colega.
    Joaquín Baldín.

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    1. Literalmente hice "Plop!!".
      ¡Qué manera de comentar Joaquín!
      Considero que es una observación muy acertada.

      Hay que ponerse a mirar como siguen llegando los obreros de la Gran Catedral del Mimo que soñó Decroux!!!!

      Bello comentario amigo. Sigamos en contacto. Un gran abrazo.

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