lunes, 15 de octubre de 2012

La voluntad se aprehende

Uno de los primeros conceptos que se imparten en la formación inicial de la Escuela EscenaFísica, son los relacionados a “fuerza de gravedad” y “fuerza de voluntad”.
La primera no merece mayor explicación porque supone el conocimiento de lo heredado tras la observación de Newton sobre la fuerza que desprendió una manzana en línea recta hacia el centro de la tierra.
La misma fuerza por la cual nuestro cuerpo puede caer, sin remedio, de un edificio, un puente o la cama.
Sin remedio, siempre y cuando haya ausencia de la fuerza de voluntad.
Porque también es posible caer de la cama, un puente o un edificio, por voluntad.

La voluntad vendría a ser esa primera fuerza (o tal vez única) que se opone a la fuerza de gravedad y que nos permite controlar la inclinación de uno o todos los órganos del cuerpo, produciendo desplazamientos de estos en el espacio.

El cuerpo cae en el escenario lentamente y reposa sobre el suelo apoyándose como si se tratara de una tela de araña: presencia de fuerza de voluntad. Ej.: Aplicación de slow motion.

El cuerpo cae en el escenario produciendo un estruendo por el impacto, con la presencia de dolor o lesión posterior: ausencia de fuerza de voluntad. Ej.: Un desmayo.

En ambos casos la fuerza de gravedad está presente.

La fuerza de voluntad del cuerpo, sin embargo, no es una sola como si lo es la gravedad.
Es una serie de fuerzas específicas que controlan diversas partes del cuerpo, todas con el objetivo común de levantar del suelo, un, unos o todos los órganos que lo componen.

Para lograrlo de acuerdo a los requerimientos de este arte, esta voluntad debe poder dominar los hábitos que el cuerpo ha adquirido con los años previos al inicio de la formación. Desviaciones en la columna que inciden en la postura, anomalías en la pisada que alteran la marcha, y en general, el tipo de desarrollo muscular con el que se cuenta.
Estos hábitos son los que van a hacer difícil que el actor dispuesto al aprendizaje del Mimo Corporal Dramático, domine su propio cuerpo.

Solucionar estos malos hábitos a la vez podría frustrar el aprendizaje pero un programa personal de trabajo sobre uno solo de estos hábitos, por trivial que sea, ofrecerá la alentadora sensación de empezar a dominarse.

Sin dominarse, el actor que empieza a entrenarse, no sabe bien qué hacer cuando se le habla de fuerza de voluntad. Por más que la instrucción sea: “Imaginen que hay un hilo que los tira hacia arriba desde la coronilla y otro que, atravesando la columna, los ancla al centro de la tierra”, es muy probable que el actor principiante, adquiera una rigidez de columna que no corresponda a la laxitud de sus brazos y un andar carente de control.

De estas reflexiones, en las oportunidades que he tenido de dictar algún taller por estos meses, he aplicado una consideración a los componentes de esta fuerza de voluntad total (o de cuerpo entero) que permite una asimilación práctica del concepto “fuerza de voluntad” que acompaña un auto-examen del estado corporal del practicante.

Empiezo por colocar el cuerpo tendido en el suelo. Siempre ojos abiertos.
Reconozco los puntos sobre los cuales mi cuerpo se apoya en la superficie y las zonas que carecen de contacto con el piso.
Hago un repaso mental de cómo se encuentra cada parte del cuerpo en cuanto a peso y procuro liberarlo de tensiones sin hacer movimientos grandes ni bruscos: pies, pantorrillas, muslos, cadera, cintura, tórax, hombros, codos, muñeca, manos, cuello, cabeza.
Movilizo la cabeza y solamente este órgano.
Movilizo los brazos y solo estos órganos.
Movilizo los pies, únicamente.
Movilizo las piernas, tan solo las piernas.
Respiro profundamente y percibo mi tórax.
Volviendo a la etapa natal, recordamos nuestra sola capacidad mover los dedos de las manos, abrir cerrar la boca y los ojos. Las primeras voluntades.
Luego iniciamos la voluntad de la lactancia recordando que éramos incapaces de dominar los músculos del cuello, repitiendo el movimiento de elevación de la cabeza y en el caso de los brazos solo hasta el codo. Reflexionamos: Este movimiento desarrolló los músculos del cuello y así cargados en brazos aprendimos a manejar a voluntad la posición de nuestra cabeza, apoyarla en un hombro para dormir, rotarla para mirar alrededor.
Con el progreso, nos colocarán boca abajo y apoyados en las manos, elevaremos la cabeza y cuello para mirar a voluntad, esta acción repetitiva desarrollará los músculos del brazo y algunos de la espalda, permitiéndonos cada vez erguirnos más en esta posición, incluso sostenernos con todo el brazo, desde los hombros. La fuerza de un brazo nos ayudará a dar la vuelta por nuestra propia cuenta y empezaremos a levantar las piernas y los pies que nos llevamos a la boca. Reflexionamos: ¿Todavía llega el pie a la boca? ¿Qué pérdidas se han producido en flexibilidad? ¿O es un asunto de masa corporal?
Esta serie de voluntades nos llevan a sentarnos con ayuda de cojines. Si faltara cojines a uno de los lados, el cuerpo se vencería, tanto igual si fuera hacia adelante o atrás.
El constante sentarse desarrolla los músculos de la espalda y la cintura, que ya nos van a permitir sostenernos sentados a voluntad, hasta alcanzar la posición de gateo.
La ayuda de los mayores, que colocan objetos llamativos como estímulos externos nos producen la voluntad de alcanzarlos. Al principio probamos el peso balanceándolo hacia adelante y atrás, sin avanzar ni retroceder, con las extremidades apoyadas al suelo.
La voluntad de alcanzar objetos lejanos, nos inicia en el gateo. Otros lo evaden y se ponen de pie con más facilidad (la misma facilidad con la que tendrán, probablemente, dificultades de coordinación motriz en el futuro, según estudios científicos).
Llegados aquí y desarrollados los músculos de las piernas, empezamos a tener la voluntad de, dada la seguridad de la fortaleza alcanzada, ponernos de pie.
Al principio balanceando el peso de arriba hacia abajo, como pequeños impulsos para el salto, desarrollamos fuerza en las piernas.
Un día, listos, con la voluntad de alcanzar otros objetos lejanos, damos unos pasos y caemos, hasta aprender a divagar controlando el peso, para luego caminar.
Así, un día, estamos de pie en una esquina, esperando a alguien, mirando la hora o estamos de pie en un aula, tomando lecciones de mimo, que es a donde los ha llevado la voluntad.

Pues bien, esa postura de pie es la fuerza de voluntad y no es ninguna novedad, pero sí es, habiendo pasado por esta progresión, un estado consciente de una necesidad. La necesidad, como señala Decroux, de ponerse de pie en un mundo que está sentado.

Para no hacer, no es necesario "poner de pie" ninguna parte del cuerpo.
Pero puestos de pie, hay que averiguar entonces, cuál es esa voluntad que nos sostiene.

César Chirinos. Lima 15 de Octubre de 2012.